La represión y el surgimiento del movimiento 4B
La represión genera extremos. Así surge el movimiento 4B en Corea del Sur, una reacción radical en una sociedad marcada por la falta de oportunidades equitativas y el abuso exacerbado. En contextos como este, las posturas extremas se presentan como la única salida. Sin embargo, ¿responder con más extremismo es la solución? Esto solo refuerza la idea equivocada de que existen dos caminos: la represión o la radicalización.
Defender la familia: una apuesta por el equilibrio social
El 4B rechaza el matrimonio, la maternidad, las relaciones románticas y los vínculos familiares. Sin embargo, defender la familia no es un concepto anticuado; es una apuesta por construir una sociedad equilibrada. Según el Instituto de la Empresa Familiar en Europa, las empresas familiares representan alrededor del 60% del empleo en el sector privado, y en Asia, este porcentaje es incluso mayor. Estas empresas no solo crean trabajo; al promover valores de respeto y desarrollo, demuestran que el crecimiento no requiere extremos. En lugar de depender únicamente de políticas gubernamentales, las empresas tienen la capacidad de construir sus propios microsistemas, que fomenten valores de respeto y oportunidades para todos.
Desafíos sociales de una población envejecida
Países con baja natalidad y una población envejecida ya sienten los efectos de una estructura familiar debilitada: la fuerza laboral disminuye, la presión sobre sistemas de salud y seguridad social aumenta y se pierde el apoyo intergeneracional en los hogares. Estos factores afectan el desarrollo del país y empujan a las nuevas generaciones a buscar oportunidades en otros lugares donde sientan que podrán prosperar.
El liderazgo organizacional como agente de cambio
Aquí es donde el liderazgo empresarial puede marcar la diferencia. Las empresas son microsistemas con el poder de crear ambientes de respeto, crecimiento y dignidad, independientemente del país en el que operen. Cada líder puede definir una cultura de justicia y desarrollo en su organización. Cuando una empresa se establece en una región, no está obligada a adoptar un modelo restrictivo o represivo; puede definir su propia cultura interna. Nadie impone sueldos injustos, abusos o limitaciones al desarrollo; estos valores, como el respeto y la equidad, dependen de cada líder.
Un ejemplo inspirador desde las islas Galápagos
Es común que los habitantes de islas pequeñas enfrenten desafíos únicos debido a su distancia de los grandes centros urbanos y la concentración de oportunidades. Sin embargo, una empresa familiar que opera en las Islas Galápagos ha encontrado formas creativas de generar desarrollo y fortalecer a su comunidad. Esta empresa decidió contratar al 80% de su personal de entre los habitantes locales, no por exigencias gubernamentales, sino por un genuino sentido de responsabilidad hacia su comunidad. Este enfoque no solo ha generado empleo, sino que ha brindado oportunidades de crecimiento personal y formación en otras partes del mundo, expandiendo la visión y el conocimiento de sus colaboradores.
Gracias a esta cultura, la empresa ha recibido un reconocimiento mundial por su destacado servicio en el sector. Sus colaboradores hablan con orgullo de las oportunidades que les ha brindado esta organización y de su compromiso con la comunidad, que incluye programas educativos locales. El sentido de pertenencia es tan fuerte que, cuando un barco con suministros clave estuvo en riesgo, algunos colaboradores se lanzaron al agua y llamaron amigos para rescatar esos recursos. En cada acción, demuestran pasión y compromiso, poniendo al cliente en primer lugar y viviendo los valores de la empresa en el día a día.
El contraste con empresas en grandes ciudades
En contraste, algunas empresas en metrópolis, a pesar de tener todos los recursos, crean ambientes tóxicos sin sentido de pertenencia ni oportunidades de crecimiento. En estos entornos, los colaboradores se sienten infravalorados, y la falta de apoyo fomenta la frustración y el resentimiento. Este tipo de cultura genera un ambiente negativo que, a largo plazo, no solo afecta a las personas, sino también a los resultados de la empresa. Se pierde talento, compromiso e impacto positivo.
Propósito y responsabilidad
Como líderes empresariales, especialmente en empresas familiares, no podemos dejar a nadie atrás ni esperar que los cambios en desarrollo humano provengan exclusivamente de los gobiernos. Las organizaciones existen para alcanzar objetivos financieros; y, para ello, deben movilizar a las personas, quienes son los verdaderos motores de cambio. El corazón de la empresa es su gente, quienes contribuyen a los resultados. Hoy, esos resultados deben medirse junto con el crecimiento de la sociedad. El impacto de una empresa va más allá de lo económico: es la construcción de una sociedad fuerte, equilibrada y sostenible.
La expansión de los negocios cruza fronteras. Con ella, los líderes deben llevar un mensaje universal aplicable a cualquier contexto cultural: el crecimiento se alcanza cuando se crean oportunidades para todos y se promueve una cultura de respeto y dignidad. La construcción de sociedades equilibradas comienza en nuestras organizaciones, y el impacto de los valores familiares, con su alta responsabilidad social hacia los colaboradores, puede frenar las radicalizaciones y fomentar comunidades prósperas.