
Desde pequeños, muchos niños aprendieron a competir, a esforzarse en cada torneo, en cada competencia, a dejar el alma en la cancha. Jugaban generalmente por la mirada de sus padres en la gradería. Querían que los vieran, que se sientan orgullosos y que al final del partido les dijeran: “Lo hiciste muy bien”.
Esa necesidad de ser visto y valorado, de destacar entre hermanos para ser el “especial”, nos acompaña mucho más allá de la infancia.
Esa misma necesidad de reconocimiento, tan fundamental para nuestra identidad, no desaparece al entrar en la vida adulta. En el contexto de una empresa familiar, esta dinámica se vuelve aún más intensa y delicada. El hijo o familiar que se une al negocio a menudo se encuentra en una doble lucha: por el éxito de la empresa y por el reconocimiento de quienes le dieron el apellido.
La Sombra de la Invisibilidad en la Empresa Familiar
¿Qué sucede cuando no nos sentimos valorados? Cuando nos creemos invisibles, como si nuestros logros fueran solo una extensión de la empresa y no un mérito propio.
Como señala John A. Davis, experto en empresas familiares, el conflicto del reconocimiento no es solo personal, sino que impacta a los tres sistemas: la familia, el negocio y la propiedad. Si no se atiende, este resentimiento puede sabotear el legado que tanto se busca proteger.
La Sombra del Poder: Cuando la Búsqueda de Reconocimiento Destruye el Legado
La falta de reconocimiento puede manifestarse de una manera mucho más peligrosa que la simple apatía. En algunos casos, el hijo o hija en la empresa familiar, al tener el poder en sus manos, lo utiliza como un arma para sanar viejas heridas. Movidos por un trauma de la infancia y una necesidad no satisfecha de validación, puede embarcarse en una competencia silenciosa contra el padre fundador.
Esta búsqueda desesperada por ser mejor que el padre o la madre impide ver la realidad, llevándolos a tomar riesgos desmedidos, a ignorar evaluaciones estratégicas o a perder el rumbo de la empresa. En lugar de actuar con la lógica del negocio, actúan impulsados por el ego y el resentimiento.
Carl Jung hablaba de los ¨complejos¨ como recuerdos y emociones que se organizan alrededor de un tema central y que, al ser activados, pueden tomar el control de nuestra conciencia. El complejo parental, por ejemplo, podría impulsar a una persona a actuar de manera destructiva para resolver una necesidad de aprobación que no fue satisfecha en la niñez. En este escenario, la empresa deja de ser un negocio para convertirse en un campo de batalla psicológico donde se busca, a toda costa, ganar el amor o el respeto. En esta guerra, se arriesga a perderlo todo: la empresa, el legado y la confianza.
El Rol del Líder: Sanar a Través de la Valoración
Los líderes, tienen el poder de cambiar esta dinámica. No se trata de dar elogios vacíos, sino de practicar habilidades blandas como la observación, la empatía y la humildad.
Es importante:
- Ver el esfuerzo, no solo el resultado: Un líder que reconoce el esfuerzo, el pensamiento estratégico y la dedicación detrás de un proyecto está enviando un mensaje claro: “te veo”.
- Delegar con confianza: Darle al familiar la oportunidad de tomar decisiones y liderar proyectos es una de las formas más poderosas de reconocimiento. Es decirle: “confío en ti”.
- Celebrar los pequeños logros: Un simple “gracias por tu idea en la reunión de hoy” puede tener un impacto tremendo.
Según el experto en sucesión de empresas familiares, Kelin Gersick, el proceso de transición es exitoso no solo cuando se transfieren los bienes, sino cuando se transfieren la confianza y el respeto.
El reconocimiento no es una herramienta de gestión, es el motor que nos impulsa como seres humanos. En la empresa familiar, es la diferencia entre un negocio que sobrevive y un legado que florece. Se trata de entender que, en el corazón de cada líder y cada colaborador, todavía vive ese niño que solo quiere escuchar: ” lo hiciste muy bien”.








