
Enfrentarse a la pérdida de un ser querido desafía la efímera naturaleza humana, provocando reflexiones sobre vivir plenamente y cuestionarse el propósito de la existencia. Entendemos que estamos aquí para aprender, experimentar amor, alegría, dolor y superación. Cada experiencia contribuye a nuestro crecimiento. Sin embargo, a menudo nos comportamos como si la vida fuera eterna.
Creo que nuestro destino consiste en marcar la diferencia en este mundo, dejando una huella duradera. Todos podemos impactar positivamente en la vida de los demás, ya sea con pequeños actos de amabilidad o de grandes logros. Estas acciones dan sentido a nuestra vida y nos brindan la fuerza necesaria para disfrutarla.
La vida es breve, me lo dejaron muy claro mi abuela y mi padre. A los noventa años, mi abuela me confesó que ella sentía que hace poquito jugaba a las muñecas con sus hermanas, mientras que, a los ochenta, mi padre me dijo que si no se viera diariamente al espejo creería tener 40 años. Este pasar acelerado por la vida donde sentimos que los minutos corren, los días pasan y los ciclos se acaban nos lleva a la importancia de utilizar el tiempo sabiamente para lograr nuestras metas y encontrar la felicidad.

¿Que podemos hacer para aprovechar al máximo el tiempo y lograr una vida bien vivida?
- Practicar la gratitud, apreciando tanto las cosas grandes como las pequeñas en la vida, cambia nuestra perspectiva y trae paz.
- Establecer metas claras y alcanzables, dividiéndolas en pasos más pequeños y tangibles, para visualizar el camino hacia el logro.
- Buscar el equilibrio en la vida, entre el trabajo, la diversión, el ejercicio, planificando el día con una lista de tareas.
- Cultivar relaciones significativas con familiares, amigos o nuestra comunidad agregan un profundo sentido de plenitud a nuestras vidas. Darse el tiempo para conectar con ese amigo querido y nutrirse de las relaciones personales hace la diferencia.
- Abrazar el presente para tener un futuro prometedor. En lugar de preocuparse por el pasado o lo que vendrá vivamos el aquí y el ahora evitando la procrastinación.
- Encontrar actividades que nos apasionen y nos motiven.
- Servir al prójimo, siendo voluntarios de causas benéficas que nos apasionen.
- Poner límites en la vida al aprender a decir “NO” sin tener cargo de conciencia y aprender a aceptar un NO si tomárselo personal.
- Confiar, aprender a delegar a otros miembros del equipo o a amigos y familiares ayuda a reducir tu carga de trabajo, a aumentar tu eficiencia y a sentirte más en paz.
- Aprender a perdonar. Dejar ir el resentimiento trae una sensación de paz y liberación, sin embargo, veces es necesario empezar por perdonarnos a nosotros mismos.
- Experimentar cosas nuevas, salir de la zona de confort y no tenerle miedo a la vida; desde viajar y tener nuevos amigos, hasta explorar hobbies diferentes.
Ninguna receta garantiza la felicidad, la vida es un suspiro, un abrir y cerrar de ojos, un milagro para ser vivido plenamente, abrazando la totalidad de la experiencia humana, con sus alegrías y tristezas, desafíos y éxitos.
La muerte de un ser querido nos recuerda la fugacidad de la vida, pero también nos impulsa a vivir cada día con propósito, apreciación y una conexión espiritual que trasciende a lo terrenal. Así como propone Simon Sinek comprender el “Por qué “de nuestras acciones para encontrar una razón más profunda y duradera en la búsqueda del sentido de la vida.
Irene Miranda Illinworth