El avance tecnológico y científico, aunque reflejo de nuestra inteligencia, puede ser una fuente de distracción y desconexión. En este mundo digital, nuestra innata capacidad de concentración se ve desafiada.
Nuestros ancestros dependían de su aguda atención para discernir riesgos y oportunidades, una evolución crítica para la toma de decisiones. No podemos permitir la pérdida de esta esencial habilidad de enfoque. Hoy día, a menudo nos desconectamos, abrumados por el exceso de información.
La rapidez de la vida moderna y el bombardeo constante de las pantallas amenazan otra faceta clave de nuestra especie: la conexión social. Como seres inherentemente sociales, esta desconexión va en contra de nuestra propia naturaleza que nos ha permitido prosperar en comunidad.
A pesar de los momentos de duda, como aquellos que enfrenté al escribir este artículo, resistí la tentación de rendirme. Desafiar la inercia y seguir adelante es clave. Tu tiempo es tuyo, no está determinado por la vorágine del mundo exterior.
Convertirse en maestro de cualquier disciplina requiere sostener emociones y mantenerse enfocado.
Pregúntate:
- ¿Qué te distrae del cambio que estás viviendo?
- ¿Qué sensaciones despierta en ti ese malestar?
- ¿Qué reacciones provoca en ti ese sentir y ese pensar?
- ¿Te acerca eso a lo que deseas, o solo te aleja de tu sueño?
Para evolucionar:
- Apaga tus distractores y enfócate en una sola cosa a la vez.
- Mira a la gente a los ojos y reconoce su colaboración.
- Sostén esas emociones difíciles como el aburrimiento o la impaciencia; son parte del crecimiento.
Para crecer en intuición y experiencia, necesitamos repetir acciones que demanden nuestro enfoque y conexión humana, desafiando así las barreras invisibles y los hábitos arraigados. Solo al permitirnos atravesar estos límites junto a otros, confrontándonos y desafiando paradigmas, podemos romper el cascarón cómodo y evolucionar hacia una nueva etapa de crecimiento personal y colectivo.