Perdonar, perdonarnos y pedir perdón son actos fundamentales para nuestra paz interior y armonía con los demás.
Estas acciones nos permiten liberarnos del resentimiento, una emoción que nos esclaviza y perpetúa el daño que hemos recibido, convirtiéndonos en víctimas constantes, reviviendo el dolor una y otra vez.
Perdonar no es hacer justicia, es un proceso que conecta el dolor con el agresor, un acto de voluntad que no significa olvidar o disculpar, sino simplemente renunciar al deseo de venganza. Mientras no perdonemos, la rabia y el resentimiento crecerán, manteniéndonos en una posición de víctima que terminará dañándonos.
En nuestra vida laboral, si un socio se apropia de una idea y recibe el crédito por ella, es fácil quedarse atrapado en el resentimiento. Lo correcto sería perdonar y enfocarse en la estrategia a futuro buscando como salir adelante, sin que signifique olvidar el incidente o permitir que se repita, sino renunciar al deseo de venganza
En nuestro diario vivir, el primer paso en el camino del perdón es perdonarnos a nosotros mismos. Muchas veces nos culpamos por no haber anticipado la ofensa o por tomar malas decisiones. Esta autocrítica nos lleva a tratarnos mal y a sentirnos indignos. Debemos aprender a aceptarnos tal como somos, con nuestras imperfecciones y debilidades.
En el trabajo, puede que te culpes por un error que causó una mala decisión en un proyecto. Sin embargo, es importante recordar que todos cometemos errores y que estos pueden ser oportunidades para aprender y crecer. Perdonarte a ti mismo por estos errores te permite avanzar y mejorar en lugar de quedarte atrapado en la culpa.
También ocurre que nos enfrentamos a programaciones negativas en nuestra mente, que nos dicen que no valemos nada o que nadie nos quiere. Nos sentimos atormentados y perseguidos toda la vida y a veces es imposible luchar contra esos sentimientos. Por lo que ayuda mucho confiar que hay una vida más allá de la que conocemos, que debemos entregar nuestros dolores y perdonarnos.
Suele ocurrir que, después de recibir agresiones de personas cercanas, terminamos pensando que tienen razón, aumentando nuestra culpa y autodesprecio. Es importante romper este ciclo diciendo “no es un tema personal, la gente no me define” y si somos creyentes, recordando que Jesús nos perdona y nos valora.
Perdonarnos nos hace más empáticos, sensibles y comprensivos. Al tratarnos con amor y dulzura, podemos cambiar nuestra perspectiva de vida, alejándonos de tareas impuestas, actuando con la libertad de ser más amables y buenos.
El proceso de perdón incluye comprender al agresor, entendiendo su historia y las razones detrás de su conducta. Aunque puede ser difícil, especialmente cuando la herida es reciente, pero es un paso necesario para sanar.
Como señala Desmond Tutu en su obra The Book of Forgiving: “The Fourfold Path for Healing Ourselves and Our World”, el perdón es un camino que “nos libera del ciclo del resentimiento y la venganza, permitiéndonos sanar y crecer” (Tutu, 2014).
A veces, estamos atrapados en el victimismo y solo podemos salir de él perdonando. Las heridas pueden quedar, pero al liberarnos del rencor, podemos encontrar un nuevo propósito en nuestra vida.
Ser resiliente significa encontrar sentido en lo malo y permitir que del dolor surjan cosas maravillosas.
Las marcas que nos deja la vida son como cuando nos agarran fuerte para no caer a un abismo. Estos dolores o traiciones pueden salvarnos y ofrecernos una nueva oportunidad en la vida. A veces, el sufrimiento nos despierta a nuevas posibilidades y fortalezas que no sabíamos que teníamos.
En conclusión, perdonar, perdonarnos y pedir perdón son actos esenciales para vivir una vida plena y libre de resentimientos.
Perdonar no es olvidar ni justificar, sino renunciar a la venganza y encontrar sentido en el sufrimiento.
Al tratarnos con amor y comprensión, podemos liberar nuestra carga emocional y transformar nuestras experiencias dolorosas en oportunidades de crecimiento y servicio, tanto en nuestra vida personal como en el ámbito laboral.
Aprender a ver a Dios en cada persona y amarlas tal como son, nos ayuda a vivir en paz y a ser un reflejo del amor y el perdón divino. La vida se trata de amar y dejar que del amor surjan cosas buenas.