Imaginemos un sube y baja: un extremo está anclado firmemente al suelo por la resistencia, mientras que el otro se eleva con el deseo de cambio. Este juego simboliza el equilibrio entre preservar nuestra esencia y abrazar la transformación. Este balance, esencial en el proceso de cambio, nos lleva desde el dolor hasta el placer, empujándonos a dejar atrás lo obsoleto y atrevernos a alcanzar lo óptimo.
Los preparativos para el cambio configuran el escenario para liberar una fuerza cinética, desatando así todo nuestro potencial. Sin embargo, nos enfrentamos a la dinámica humana, que refleja tanto la necesidad de un equipo sólido para el cambio como la resistencia natural a él. En el mundo de las personas, modificar objetos o estrategias es sencillo; el verdadero desafío es ejecutar el sueño planificado, tanto personal como colectivamente. La ausencia de una visión futura no solo es la ausencia de éxito; es la ausencia de intención de cambio. El cambio se inicia soñando, planificando o, en ocasiones, por la obligación impuesta por nuevas realidades.
El cambio es arte y ciencia, como se detalla en “Switch” de Chip y Dan Heath. Liderar un proceso evolutivo requiere de velocidad y método, de equilibrio entre el pensamiento crítico (el jinete) y la inteligencia emocional (el elefante), caminando hacia un futuro lleno de oportunidades. No permitamos que la razón ahogue nuestros sueños ni que el impulso emocional sobrepase nuestra capacidad de razonar. Se necesita un equilibrio que implica tiempo, tono y urgencia para avanzar sin retroceder en parálisis por análisis. El cambio, inminente y necesario, no admite complacencias: sin cambio, el futuro se desvanece.
Las empresas familiares no solo resisten el constante flujo del cambio; ellas florecen. La audacia en la transición entre generaciones combina la solidez de la tradición con la frescura y simplicidad de las nuevas generaciones. La elección no es entre una u otra, sino en impulsar ese sube y baja mientras se perfecciona la comunicación y perpetúa las historias, permitiendo que las empresas crezcan con valores de respeto, transparencia y prudencia.
Un cambio que abandone los valores tradicionales sería imprudente. Ahora es el momento de armonizar la herencia de los valores y la experiencia con la energía de una adaptación ágil y reflexiva. A veces, nuestro camino debe deslizarse sobre una superficie lisa para mantener el ritmo, y otras veces, debe ser intencionadamente rugoso para conservar el control. Impulsar el cambio no es una opción, es una necesidad imperativa de evolución.