Conectar con el dolor
Escrito por:
Irene Miranda
MDI, Máster en Dirección de Empresas.
El ser humano necesita vivir en comunidad, conectado y comunicado con sus pares para poder ser feliz.
La comunicación promueve vínculos, incentiva el sentido de equipo y pertenencia, pero para conectarnos de manera que aporte, que edifique, que construya, es importante primero comunicarnos con nuestro yo.
Esa comunicación interna debe buscar sanar el dolor y la amargura que llevamos dentro para poder crear vínculos sanos en cualquier plano en el que nos desenvolvamos.
Respirar y exhalar el dolor
Por cosas de la vida, en estos días me ha tocado ver de cerca cómo mi Padre conecta con su dolor físico a través del control de la respiración. Lo veo comunicarse, y logra sobrellevar unos espasmos muy dolorosos. En ocasiones anteriores, cuando atravesaba alguna enfermedad, aun por pequeña que fuera, las quejas, los lamentos o la irritabilidad estaban a la orden del día.
Esta vez, cuando ser fuerte es la única opción, su autoconocimiento y la práctica de la respiración lo han ayudado a convalecer de una manera diferente. Ha logrado conectar con su dolor interior: puede entenderlo, respirarlo y exhalarlo.
De la misma manera que mi padre enfrenta su dolor físico en estos momentos, me pregunto si podemos encontrar nuestro centro, nuestra casa, y regresar a las bases para luego poder comunicarnos con amor, alegría y misericordia.
Nuestra casa la visualizamos meditando, respirando. Ese desorden y falta de armonía deben arreglarse para poder sobrellevar mejor la vida, haciendo las paces con nosotros mismos para luego tener una relación sana con los demás.
Estoy consciente de lo difícil que es encontrar espacios de silencio para desintoxicarnos de las noticias, de la computadora y del celular, que nos acompaña en cualquier evento familiar o profesional.
La cotidianidad nos arrastra y desconecta de nuestro yo; nos vuelve reactivos, nos lleva a transmitir a los demás la amargura que vamos consumiendo cada día, nos llena de odio, y luego nos empuja hacia el arrepentimiento y la vergüenza. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de decir o escribir algo? Y luego, ¿cómo retiramos lo dicho?
Muchas veces teníamos la razón, pero el estilo de comunicación reactivo, explosivo, nos restó credibilidad y nos impidió ser asertivos. Tal vez nos hubiera ido mejor enviando un mensaje escrito, un texto meditado, comprensivo y compasivo que nutra, construya e integre.
Qué tal si, al igual que mi padre, respiramos antes de reaccionar gritando en el teléfono o en una junta. Puede que nuestro dolor se alivie, estoy segura de que luego de conectar con el dolor, el mensaje enviado sería más asertivo y mejor recibido.
La respiración, además, nos mantiene en silencio. Y qué importante es callarse para no adelantarnos a conclusiones erradas, juicios de valor y malas interpretaciones. Aflojar y sentir el presente, dejar ir esos sentimientos negativos de miedo y furia hacia un colaborador, socio o familiar.
En ese silencio, evitemos los pensamientos rumiantes del pasado, olvidemos controlar el futuro y dejemos de preocuparnos de lo que los demás piensan de nosotros.
Ayuda tanto el silencio en la comunicación, que incluso evita que metamos la pata. Nos permite disfrutar el momento, nos hace generosos con el tiempo para escuchar.
Rutinas sanas que nos conectan con nuestro centro
Otra forma de conectar con nuestro ser es tener rutinas. Caminar, comer o cualquier espacio que nos permita meditar, escuchar nuestro dolor, y así darnos cuenta de cuánto sufrimiento tenemos.
Los buenos hábitos nos ayudan a nuestro cuidado personal de la misma forma que mi padre ahora enfrenta su dolor físico a través de ejercicios sencillos de respiración.
Enfrentar el sufrimiento nos encamina a la felicidad, es la otra cara de la misma moneda, por lo que, si entendemos el sufrimiento y somos compasivos con nuestro dolor, lograremos amarnos y amar a los demás.
Respirar nos ayuda a tantas cosas. A veces, aunque creas que la otra persona está equivocada, es mejor respirar, callar y tener compasión. Esta es también una forma de demostrar amor a los demás.
En este sentido, la libertad es el sentimiento más importante, es el fundamento de la felicidad, siendo esclavos de lo que decimos y señores de nuestro silencio.
A fin de cuentas, la vida es un suspiro, y la felicidad, el consuelo, la paz y la conexión con el mundo se pueden lograr, como lo intenta mi Padre, con un respiro.