Mitigar los factores estresantes de la crisis
Un encuentro de Beatriz Manrique con el psiquiatra León Grunhaus:
El estigma de la salud mental
Uno de los problemas que confrontamos en la psiquiatría o salud mental tiene sus raíces en la concepción de lo que es la locura; recién en los siglos XVII y XVIII se crearon los asilos para personas con problemas mentales, pero estaban ubicados afuera de la ciudad. Solo últimamente estamos viendo las repercusiones que los trastornos de salud mental pueden traer al individuo, familia y sociedad. Hay una lucha continua por eliminar el asunto del estigma; se trata de que las personas con trastornos mentales sean tratados en Hospitales Generales y no necesariamente en asilos separados de la realidad de la vida médica habitual. Se empieza a ver ahora que el departamento de psiquiatría esté dentro del Hospital General, y que la psiquiatría sea comprendida como parte de la Medicina General.
La depresión, entre otros problemas de salud mental, afecta grandemente la personalidad de un individuo, pero no se lo debe reducir al trastorno mental, sino que se debe apoyar a esta persona, trabajar en la psicoterapia, y la familia debe aceptar que esto es una realidad que el individuo es capaz de superar y podrá seguir una vida normal. Ahora, no siempre la persona quiere aceptar que necesita ayuda. Ocurre que el 30% de las personas que acuden al Médico General sufre de somatizaciones, como dolor en cualquier lugar, dificultades digestivas o cardíacas sin base orgánica justificable, pero cuando el Médico General les dice que consulten con un psiquiatra, se enojan y creen que no se está revisando con suficiente seriedad su caso. Por otro lado, hay mucha gente que hoy logra identificar su malestar y comprende que no hay que ocultarse ni tener pena, pues el tratamiento adecuado puede mejorar su sensación general, y, en consecuencia, la de su familia y la sociedad.
Los efectos en la salud mental por el impacto del COVID-19
El COVID-19 ha tomado al mundo por sorpresa, la cuarentena puede ser difícil, sobre todo por la incertidumbre que genera: cuánto tiempo se continuará en confinamiento, qué pasará con el trabajo. La forma de copar con esta realidad es lo que debemos atender. Obviamente, uno de los síntomas que aparece en estas circunstancias es el estrés. Pero el cuerpo humano está construido para enfrentar el estrés: el parto implica un proceso de estrés, la entrada al colegio, la graduación, la vida profesional, incluso esta entrevista es un estrés. Estamos acostumbrados a sobrevivir al estrés y balancear el cuerpo, eso se llama homeostasis: mantenemos la función biológica y psicológica balanceada. Pero cuando el estrés es muy prolongado, se pierde el balance y comienzan los trastornos fisiológicos y psicológicos. Entre los trastornos más comunes está la ansiedad, falta de paciencia, irritabilidad, depresión, problemas digestivos.
Formas de regresar a cierto equilibrio son: crear un horario o rutina diaria (por ejemplo, levantarse a determinada hora, leer el periódico), dosificar las noticias y atenderlas de forma selectiva, no tener las noticias prendidas todo el día y evitar predicciones catastróficas, no caer en el sedentarismo, por lo que incorporar el ejercicio en casa dentro de las rutinas será fundamental. Concentrarse en horarios de estudio y teletrabajo, así como socializar de forma virtual, son otras formas de mantener una vida de la forma más normal posible. También es importante conocer de técnicas de relajamiento, como la respiración, que permitan regresar a un estado de balance.
Me parece importante señalar que no tenemos que patologizar, que debemos procurar hacernos cargo de nuestra vida. Pero vamos a establecer una diferencia de la cual no hablamos: la población de más riesgo a tener depresión en esta crisis producida como resultado del COVID-19 son las poblaciones clínicas. En la población general, entre el 10% y 15% ha experimentado o experimentará un cuadro depresivo, y quienes tienen en su pasado problemas de depresión o ansiedad, trastornos obsesivo-compulsivos, maníaco-depresivos, están en riesgo mayor en esta época. El cuadro se agrava cuando no se puede cuidar el tratamiento a seguir: ciertas medicinas no están disponibles y la interrupción abrupta de esta medicina puede ser bastante grave. El individuo que sufre de un problema psiquiátrico se lo debe tomar en serio, debe pensar qué medidas va a tomar para mantener salud mental estable. Una de las recomendaciones que se da es que las personas se comuniquen, tengan relaciones interpersonales (por ejemplo, a través del zoom) e intercambie con otros sus ideas y emociones, que no se sienta solo ni abandonado; si se sienten emociones difíciles como cólera o ira, es necesario hablar de ello. La irritabilidad puede transformarse en agresividad. Aquí debe lanzarse una campaña de alerta, pues en esta época se está hablando de un incremento de abusos a niños, entre parejas, a mujeres. Comunicar las emociones a tiempo y buscar las vías de ayuda más cercanas, o en su defecto, las líneas de emergencia establecidas en su ciudad, será crucial no solo para mejorar la calidad de vida, sino para bajar la estadística de las víctimas de violencia.